Foto: La Madre Patria de Yevgeny Vuchetich. Kiev 1981
Foto: La Madre Patria de Yevgeny Vuchetich. Kiev 1981

“El presente es, antes que nada, una construcción cultural. Con el paso del tiempo,
los hombres acentúan la tendencia a considerar su experiencia vital como una
historia y el presente histórico que se vive aparece como producto de una acción intergeneracional
circunscrita al “espacio de inteligibilidad” que podemos percibir en<
cada momento histórico. Esa tendencia y percepción (la historización y la acción
intergeneracional) serían las claves sustanciales, o los presupuestos, que nos parecen,
no, desde luego, los únicos, pero sí los fundamentales, para poder convertir el
presente en el campo y el objeto de estudio inteligible como historia vivida y escrita
por quienes la viven.”[1]

Resumen
Para comprender el desarrollo de la conflictividad actual  en el este europeo, es menester atender a las relaciones políticas que históricamente han surcado las aguas del Rio Dniéper, o sea, intentar hilvanar con perspectiva de largo alcance los sucesos, fenómenos y procesos diplomáticos en una región de tránsito y confluencia nodal para las dos Europas.

Que el fantasma de la guerra vuelva a recorrer Europa con tal intensidad nos dice mucho sobre la concurrencia de intereses geoestratégicos que vienen movilizándose con fuerza desde la crisis financiera que acabó por devastar a Grecia. Si hay algo que debemos tener presente para el análisis de la coyuntura, es que las tensiones en la frontera ruso-ucraniana son la síntesis de una serie de crisis de gobernancia y dominación. Esta belicicosiad creciente nos lleva a poner en cuestión la apuesta republicana del mundo occidental en los últimos 200 años, una vez más. Pensemos que las flaquezas del sistema republicano, las constantes crisis del liberalismo económico y la decadencia hegemónica fueron los factores que precipitaron el estallido de la primera y la segunda guerra mundial. Así pues, la paz perpetua de la que hablaba Kant, la propuesta de la ilustración de conseguir una sociedad más perfecta, es hoy una idea volátil.

El fin de los consensos trazados después de la II Guerra Mundial y el rompimiento de las clausulas firmadas para la disolución civilizada de la Unión Soviética, está generando las condiciones para el desarrollo de un mundo multipolar, razón por la cual se recrudecen los conflictos bilaterales[2]. El caso Ucraniano es bastante diciente. Tras la visita de la canciller alemana Ángela Merkel, el presidente Petró Poroshenko en su discurso del 23 aniversario de la independencia de Ucrania, habló de un plan de rearme millonario para combatir a los alzados prorrusos que combaten en la región del Dombás en favor de la federalización ucraniana. A tal efecto Merkel decidió proveer 500 millones de euros al gobierno liderado por el empresario atlantista elegido en mayo del año en curso después del golpe de Estado al presidente Yanukovich. En otras palabras, para la Unión Europea no es prioridad solventar la precaria situación que vive la población de España y Grecia, más sí lo es una operación militar con objetivos confusos. ¿Qué hace tan especial a Ucrania para las potencias mundiales? ¿Qué tan novedoso es ese interés?

La efervescencia nacionalista que estalló con el euromaidan reivindica la unidad de la nación ucraniana con fronteras bien definidas, con una cultura endógena enfrentada a los rezagos de la rusificación del siglo pasado, opuesta a las “culturas de los invasores” que durante siglos oprimieron a los ucranianos, sojuzgaron sus costumbres y subyugaron sus tradiciones políticas a los designios de poderes impuestos violentamente. El caso más usado para la agitación, obviamente, es el zarismo y su continuación leviatánica en la forma del soviet estalinista. Esta propaganda política viene arraigándose ranciamente en el imaginario colectivo no sólo a nivel local, como lo demuestran las recientes elecciones parlamentarias donde líderes neonazis  fueron elegidos a la Rada Suprema, sino también a nivel global con la producción en cadena de una verdad mediatizada que mide con doble racero las manifestaciones espontáneas según sus intereses corporativos, heroizando las favorables a occidente y demonizando las manifestaciones ciudadanas disconformes con las políticas de austeridad a propósito de la crisis económica. Mientras para algunos la promesa de una estabilidad garantizada por la sola pertenencia a la Unión Europea se evapora, para otros un acuerdo atlantista es la punta de lanza de una política internacional que puede redundar en una verdadera autonomía fuera de la influencia rusa.

Antes de adentrarnos en este rápido recuento que puede ser arbitrario, pero que busca iluminar el trasfondo de la coyuntura que como punta del iceberg esconde una historia beligerante, no sobra recordar las palabras de W. Benjamin:  la historia es objeto de una construcción cuyo lugar no lo configura ese tiempo vacío y homogéneo, sino el cargado por el tiempo-ahora.

El primer estadountitled1

El estado moderno ucraniano es una formación reciente. El territorio que lo comprende perteneció a distintos dominios sin que se estableciera, en más de dos milenios, un poder central legítimo, duradero y con plena capacidad coactiva. Ni qué hablar de las supuestas fronteras históricas que hoy endilga el ultranacionalismo.

Ucrania está ubicada en una tradicional ruta de tránsito entre el Mar Báltico y el Mar Negro y es la frontera que separa a Europa Occidental de Europa Oriental. La fragmentación de los poderes locales y la reducida capacidad de control  de las estructuras de dominación sobre las tierras y la población fueron moneda corriente desde tiempos previos al Imperio Romano, por lo que no se puede hablar de una identidad Ucraniana unívoca y homogénea en todas las regiones. Sabemos que durante la crisis del siglo XIV, una crisis sistémica que afectó la estratificación interna del campesinado generando las condiciones para el enriquecimiento de los campesinos con mejores medios de producción, en detrimento del poderío de las aristocracias agrarias, Ucrania gobernada por el Gran Ducado de Lituania (para los nacionalistas del maidán la primera dominación extranjera) transitó por una unión dinástica con la corana polaca, asegurando su florecimiento comercial cuyo punto álgido se dio en el transcurso del siglo siguiente. Fue Lenin el primero en reconocer a Ucrania como una nación autónoma en el marco de la creación de la Unión Soviética. Con el fin de entender los radicales cambios de dominación a modo de ejemplo podemos citar los dominios que precedieron a la formación del Rus de Kiev, primer Estado del este europeo: Ucrania fue parte del Reino Escita del 700 a.c. al 200 a.c., en el siglo IV paso de las manos de los godos a las manos de los hunos; tres siglos después conformó la Gran Bulgaria. Finalmente, en el siglo IX el territorio fue poblado por los rus[3], quienes fundaron el Rus de Kiev (actuales Rusia, Bielorrusia y Ucrania).

Polarización: entre Polonia y Rusia

no-borrar-juliana_54399810202_53389389549_600_396La relevancia de esta primera formación estatal radica en el posicionamiento de la ciudad de Kiev como uno de los focos comerciales más importantes del continente. Durante el siglo X y el siglo XI el Estado premoderno fue gobernado por la dinastía Rúrik y estaba formado por principados. El más importante fue el principado de Kiev. En la cúspide de su desarrollo Vladimir I convirtió el Rus al cristianismo ortodoxo, dando lugar una práctica religiosa que se fundiría, no sin violencia, con las bases de la estructura social y perduraría como práctica identitaria hasta la actualidad. Gracias al crecimiento económico en la primera mitad del siglo XI los principados regionales cobraron gran poder, pero las disputas por el control de la capital prontamente determinaron su disgregación en principados autónomos.  Tras la desintegración política del territorio, el territorio pasó a formar parte de la unión dinástica conocida como la Unión de Lublin como se ha dicho, entre el Gran Ducado de Lituania y la corona de Polonia. La polonización tuvo como resultado la confrontación entre las clases campesinas inflexibles al idioma y el catolicismo, y la monarquía lectiva fruto de una unidad política endeble, carcomida rápidamente por las potencias circundantes rusa, prusa y austriaca.

A finales del siglo XVIII la presión de las potencias puso fin a la unión dinástica de Lublin. Las particiones de Polonia se formalizaron con la firma de la Constitución del 31 de mayo de 1791. Sin embargo las incursiones cosacas, turcas, y la primera partición de 1772 marcaron los derroteros para la incorporación de ucrania al régimen zarista y la postergación de su posible autonomía hasta 1920. La llamada polonización hizo que los plebeyos ucranianos reducidos en su condición de nobles se aliaran con los cosacos a fin de desplazar a la élite polacolituana que avasallaba sus prerrogativas estamentarias. Empero, las incursiones otomanas de mediados del siglo XVII generaron otro escenario político en donde se planteó una posible alianza con los pueblos cosacos. Al no poderse concretar la alianza para la defensa (recordemos que en este periodo Crimea invadida pasó a ser gobernada por los vasallos del Imperio Otomano), los cosacos desconfiados prefirieron buscar protección en las élites de la iglesia ortodoxa funcional al zarismo ruso.

Precedida por la rebelión cosaca de Jmeinytsky y contando con la autorización de la nueva Asamblea Popular de 1653 que autorizaba la reunificación entre los eslavos orientales, entre 1654 y 1667 se libró la primera Guerra Ruso-Polaca, también conocida como Guerra por Ucrania, la cual para muchos marcó el inauguración de Rusia como gran potencia en el este. Con la última partición de 1793 el Imperio Zarista cerraba filas sobre territorio ucraniano. Ni cosacos ni ucranianos recibieron la autonomía esperada, por el contrario las políticas de rusificación como parte del proyecto imperial del zarismo intentaron suprimir el uso del idioma local.

La cuestión idiomática cobra en el presente mucha fuerza. Recordemos que Stalin echó por la borda el principio de autodeterminación promulgado por la Revolución de Octubre[4], prohibiendo el idioma local durante la Gran Purga. Ahora el presidente de facto usando el revanchismo histórico con fines de legitimación, prohibió la lengua rusa sin tener en cuenta que la población rusoparlante en Ucrania asciende al 40% de la población total.

La llamada autonomía

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“En Europa Oriental y en Asia, la época de las revoluciones democráticas burguesas no comenzó hasta 1905. Las revoluciones de Rusia, Persia, Turquía y China, las guerras en los Balcanes: tal es la cadena de los acontecimientos mundiales ocurridos en nuestra época en nuestro «Oriente». Y en esta cadena de acontecimientos sólo un ciego puede no ver el despertar de toda una serie de movimientos nacionales democráticos burgueses, de tendencias a crear Estados independientes y unidos en el aspecto nacional. Precisa y exclusivamente porque Rusia y los países vecinos suyos atraviesan por esa época necesitamos nosotros en nuestro programa un apartado sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación.”[5]

Sin la intención de restar importancia a la dominación imperial zarista más bien por una cuestión elemental de espacio, me detendré en las tensiones políticas ocurridas tras la revolución bolchevique de 1917. En los años previos a la Revolución de Octubre, Ucrania fue dominada por Austria y Rusia, por lo que en la Primera Guerra Mundial el país luchó con las Potencias Centrales pero también con las fuerza de la Triple Entente. Este doble escenario de confrontación bélica en su territorio se volvería a repetir como una tragedia aún mayor después de la invasión nazi.

Si bien todo lo sólido se disuelve en el aire, en particular la disolución de los grandes imperios deja tras su huella un caos espectral que precede al reordenamiento político de los territorios, según sea el momento histórico, la correlación de fuerzas y las condiciones políticas capaces de construir (o no) hegemonía entre el polvorín más diáfano. En los tres años que prosiguieron a la Revolución Bolchevique surgieron varios proto-estados ucranianos con una clara intención autónoma, pero con lineamientos ideológicos e identitarios muchas veces en violenta contradicción: la República Popular Ucraniana, el Hetmanato, el Directorio de Ucrania, la República Socialista Soviética de Ucrania y la República Nacional de Ucrania Occidental que representaba al atlantismo más reaccionario ligado a las potencias austriacas y polacas. El descontrol político fue depuesto a la fuerza con la firma de la Paz de Riga en 1921. Con la conformación de la URSS el año siguiente, Ucrania pasó a formar parte del bloque soviético hasta el 8 de diciembre de 1991 cuando el Tratado de Belavezha, firmado por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, puso un fin silencioso y contundente al histórico bloque comunista.

El clásico monumento patrio
El clásico monumento patrio «El obrero y la koljosiana» frente la esvástica.

Con todo, la primera unificación del territorio ucraniano no fue posible sino hasta el fin de la invasión de Polonia.  En 1939  los nazis y soviéticos se dividieron el territorio polaco para poner “fin” a la tensión en dicha zona. De esta manera, Halych y Volinia fueron incorporadas a la RSS ucraniana. Como bien sabemos la repartición de los territorios entre Alemana y la URSS no esquivar la guerra. En 1941 los nazis invadieron la capital, escribiendo un capitulo sangriento para la joven nación y heroico para muchos nacionales, pues fue en su país donde el ejército nazi sufrió el 93% de bajas. El 9 de mayo fue vencido el sitio de Kiev por las tropas de El Frente Oriental. Hoy día el 9 de mayo, conocido por el Día de la Victoria, es rememorado como una fiesta patria[6].

Para terminar no podemos pasar por alto la cruda represión a la que fueron expuestos los residentes del territorio ucraniano primero con el programa de colectivización forzada, reconocida como un genocidio (holodomor) para el parlamento ucraniano y las dos hordas represivas del estalinismo en la Gran Purga. Con todo, a la luz de los sucesos actuales no podemos hacer de la memoria un proceso de victimización que favorezca ideologías xenófobas basadas en la rememoración heroica de un pasado pro-nazi en contrapartida al estalinismo.

23 años son pocos para la consolidación de un país. La Unión Soviética duró 70 años. España, por poner un ejemplo, tras más de 500 años de su unidad enfrenta el reto secesionista de Cataluña. El Reino Unido, 300 años después, puede ver relampaguear la independencia de Escocia. El caso de Ucrania es ejemplo de ingeniería política. Nace como República Socialista Soviética en 1922 bajo criterios soviéticos, más que nacionalidades, de ahí que Lenin decidiera otorgar a la naciente RSS ucraniana territorios históricamente rusos. Stalin amplió Ucrania hacia el oeste en 1945 con territorios conquistados a Rumania y Polonia y Krushev, en 1954, apropósito de los 300 años del Tratado de Pereyáslav firmado en la guerra ruso-polaca (Guerra por Ucrania) transfirió a Crimea, no obstante ser Crimea el principal territorio ruso en el Mar Negro. Dos tercios del territorio actual de Ucrania no se corresponden con ninguna Ucrania histórica. Ni siquiera la emblemática Odessa (escenario del mítico filme de Eisenstein, “El acorazado Potemkin” y, claro, de “Odessa”). El puerto de Odessa fue fundado por Rusia en 1794.  23 años no pueden cambiar de golpe siglos de historia conjunta, por lo que los 500 millones de Merkel son una bagatela si percibimos en el largo plazo las dinámicas de la relación histórica entre Ucrania y Rusia.

https://www.youtube.com/watch?v=SlrevffRkfY
https://www.youtube.com/watch?v=SlrevffRkfY

REFERENCIAS:

-Rodríguez, Sergio. Europa, jugando con fuego en Ucrania. Tomado de http://www.radiohc.cu/especiales/comentarios/33569-ucrania-jugando-con-fuego

-Navarro, Vicenc. Los mitos sobre Ucrania. Artículo del 20 de septiembre del 2014 publicado en Diario Público de España

-Zamora, Augusto. Ucrania, neutralidad o guerra étnica. Artículo del 01 de septiembre del 2014 publicado en Público, tomado de Rebelión.org.

-Zamora, Augusto. Rusia-Ucrania: Gas y geopolítica. Artículo publicado en El Mundo el 6 de enero del 2006.

-Graziani, Tiberio. Diálogo euro-ruso en el contexto de la transición geopolítica unimultipolar. Conferencia realizada ante la Delegación de la Comisión Europea en su sede Romana. 24 de mayo del 2012

-Mesa de debate: La Tuerka. Conducción: Monedero, Juan Carlos. “La guerra fría se calienta”. Programa del 28 de febrero del 2014

-Lenin, Vladimir. Sobre la determinación de los pueblo. Febrero de 1914. Tomado de https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/derech.htm

-Aróstegui, Julio. La historia del presente ¿Una cuestión de método? Tomado de dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1036594.pdf

-Monedero, Juan Carlos. Curso urgente de teoría del Estado. Tomado de: http://www.juancarlosmonedero.org/2011/12/curso-urgente-de-teoria-del-estado-12/

[1] Aróstegui, Julio. La historia del presente ¿Una cuestión de método? Tomado de dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1036594.pdf

[2] Monedero, Juan Carlos. Curso urgente de teoría del Estado. Tomado de: http://www.juancarlosmonedero.org/2011/12/curso-urgente-de-teoria-del-estado-12/

[3] La Crónica de Néstor es el texto histórico más antiguo del primer Estado eslavo oriental, el Rus de Kiev (850-1160). El texto recoge las primeras crónicas eslavas, textos religiosos, tratados bizantinos y eslavos, y fuentes orales de toda índole. La anécdota de los tres hermanos varegos da a entender que la tribu de los Rus es una tribu nórdica, los vikingos.

[4] Política soviética conocida como la Korenización de Lenin

[5] Lenin, Vladimir. Sobre la autodeterminación de los pueblos. Tomado de: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/derech.htm

[6] El uso político de esta fecha lo presenciamos recientemente en Crimea. Tras el referendo que unificaba a este importante puerto del Mar Negro a Rusia, el presidente Putin encabezó las celebraciones hechas en Sebastopol.